“Play it again Sam…”
En todo film de Hollywood que de tal se precie, los villanos siempre terminan derrotados; Incluso más de una vez, según cabría constatar en la antológica Casablanca. Allí, antes de la escena final donde el malvado Strasser recibe lo suyo de manos de Rick Blane, ya en un pasaje anterior, los nazis fueron batidos en retirada cuando las implicancias de Die Wacht am Rhein entonada por los oficiales alemanes en el bar de Rick, fueron literal y simbólicamente obliteradas por las connotaciones de la Marseillaise, coreada entusiasta y paralelamente por los demás parroquianos presentes en el bar.
La digresión arriba expuesta, podría aparecer algo evidente: ¿Qué conflicto no se ha dirimido/apuntalado en el terreno simbólico; sea antes de “ ir a los puños” (o a los tiros, como en el film), o después, para justificar los moretones en el ojo de la alteridad?.
Pero podría también resultar no del todo ocioso el cuentito de arriba. Al menos desde el supuesto que la virtualidad fílmica va haciéndose progresivamente equiparable a la realidad misma, ésta usualmente postulada desde la manipulación ideológica; no infrecuentemente vía espectatularización mediática de los escenarios socio-políticos.
Como en el Judo
Estas obras de Erika Meza y Javier López –limitadas nuestras hipótesis de lectura a unas pocas- indagan entre otras cosas en los mecanismos de transmisión y fijación de ciertos discursos hegemónicos, enunciados muchos hacia la esfera púbica. Proponen asimismo algunas repercusiones de esos discursos en culturas del así dicho tercer mundo.
El contenido de las obras parecería facilitar el rótulo (el chiché) de “arte político”; de no ser por la amplitud y vaguedad de esa etiqueta, que de tanto aludir potencialmente a tanto, termina por explicar, concretamente, poco menos que nada de nada.
Ciertamente, lo político resulta ubicuo (o casi) en tanto referente, pero no (o no tanto) desde la “denuncia” de tal o cual hecho en particular de asimetría y/ o manipulación.
Antes que la referencia al hecho en sí (que también la hay), las propuestas de Meza y López operarían preferentemente -entendemos- adentrándose en los mecanismos internos de los discursos hegemónicos, yendo “a la cocina” de sus estrategias discursivas, y desde allí (como en el judo) apuntarían a desmontar paródicamente estas contradicciones mediante el empleo revertido de los mismos medios y “formatos” a los que hace referencia crítica.
Algunas (provisorias) constataciones
Así, distorsiones mediáticas-publicitarias son cuestionadas desde sus propios elementos constitutivos, se trate de una valla de vía pública, o de la impostación de la iconografía complaciente propia de la persuasión mercadotécnica.
Para no incurrir en generalizaciones sospechosas (y cómodas), yendo a casos puntuales, vincularíamos este procedimiento (no improbable retoma actualizada de ciertas prácticas Situacionistas de infiltración y tergiversación) a la serie de cinco afiches que componen el Memorándum de la Multiplicación de las Fuerzas (2007)
En otros momentos, las operaciones sobre estos códigos-base aparecen más sesgadas: En El Peso de la Memoria (I y II/ 2007), los instrumentos informáticos utilizados (los sticks de memoria que “adornan” a la indígena de la gigantografía y los discos de la instalación) remiten al (paradójico) bloqueo de cualquier uso transformador de la penosa realidad registrada en la información que estos dispositivos almacenan. Contrastaría allí la inmediatez denotativa –(¿brutal y casi obs-cena/fuera de escena?- del sujeto representado, con la opacidad de otro referente al que también se alude: la información contenida en esos dispositivos de memoria; fetichizados, dado que devienen fin en si mismos y no instrumental de cambio.
Otras obras proponen exploraciones identitarias desde la re-presentación de elementos de la cultura popular local; como entendemos sucede en Cultura Apatukada (2007); The Colonial reality is the only realility we have; y Haciendo Mercado. En las dos últimas, además, se exponen con humor acido asimetrías de orden lingüístico, dado que los parlamentos en idioma guaraní - la lengua popular históricamente excluida del discurso dominante/castellano, según dicen algunos antropólogos, y relegada al ámbito de lo coloquial , informal y afectivo-, se emplea precisamente para la enunciación de discursos formales, racionales e institucionales (en otras palabras: no poca irónica fricción produciría la transcripción al guaraní de un manual de marketing, como sucede en Haciendo Mercado)
El cuestionamiento a la manipulación del pasado -una constante en la historiografía local- tampoco se ha excluido del menú, según vemos se propone en “Hierros” (2012) y en El arte de la Guerra (2007).
Una digresión quizás no innecesaria sobre esta primera obra: Por razones diversas, desde sus orígenes como Estado Nación, el Paraguay se ha involucrado en una trágica serie de conflictos armados con los países de la región (con Brasil, Argentina y Uruguay en el XIX; con Bolivia en el primer tercio del XX). Sin embargo esta constante de violencia recibida y emitida, antes que promover reflexiones superadoras, generalmente se ha diluido en vanas exaltaciones patrióticas. Metonímicamente, la obra citada, al co-fundir el metal de instrumentos bélicos que pudieron haber sido empleados por uno u otro bando durante la guerra el Chaco (donde los dos países más pobres de la región sacrificaron unas 100.000 vidas); también apunta a confundir (a tornar equívocos) los dudosamente plausibles imaginarios oficiales construidos en torno a aquel hecho histórico.
Trashumancia y otras yerbas del lugar de enunciación
Mencionamos para concluir dos cuestiones que podrían resultar concurrentes a los efectos de una aproximación preliminar a estos trabajos de Erika y Javier.
Fueron éstos realizadas en el transcurso de sucesivos desplazamientos y cambios de escenarios físicos y culturales (en Cuba y Paraguay). Así producidas, las obras, no omiten la traza de su específico lugar de enunciación; Pero también - inversamente y de interés no menor- se complejizan y enriquecen en sus significaciones al ir incorporando y sintetizando (a modo de cruzamientos acumulativos) las particularidades de uno y otro contexto, a lo largo de la temporalidad que contuvo a aquellas idas y venidas geo-culturales.
Por otra parte (y por alguna razón que ignoramos saltó esta liebre al final), con relación al “giro antropológico” señalado por Hal Foster como una de las características relevantes del arte contemporáneo, en estas obras de Erika Meza y Javier López (y también en la actitud de los artistas) encontramos un saludable “pragmatismo”.
Intentemos aclarar esto para finalizar: No deja de ser válida –según la propone el mencionado “giro”- la puesta en cuestión de los lugares tradicionales del arte y su consiguiente desarrollo/expansión en/desde otros supuestos y territorios; En principio.
Pero también podría ocurrir que en determinados contextos de producción simbólica precariamente institucionalizados, este puede devenir una simple pose, epidérmica, cuando no oportunista (¿efecto sin causa?); y en el caso local, en gran medida vemos la institucionalización/ autonomización del campo artístico como una asignatura pendiente, antes que como una inercia coercitiva a ser superada.
En este sentido, sin omitir la experimentación y la crítica (regresando al mencionado pragmatismo saludable) estas obras no parecen angustiarse mucho por navegar en aguas diversas: A algunas no les es necesariamente extranjero el espacio museístico (entendido en el buen sentido); mientras que otras pueden discurrir sueltas y comunicantes, en esos otros lugares intermedios e híbridos; Aquellos que se extienden entre la cosificación del museo (entendido en el peor sentido) y el territorio (¿ya extranjero éste al “arte”?) de la concreta acción política, dura y pura.
(Sobre la muestra: “Tratado de libre comercio para la producción de sentido en el Mercosur” de Erika Meza y javier López / CCEJS/ Noviembre de 2012.)
Establecimiento ganadero Kurusú de Hierro, octubre de 2012.
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