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lunes, 19 de agosto de 2013

3 primeros libros de Okara Japu, reseña de Montserrat Álvarez

Réplica de artículo publicado por ABC Color
 en 19 de agosto de 2013.


Laura Mandelik. Prensil

Asunción, Okara Japu, 2013. 

(Click en el libro para ir a versión video)

Christian Kent. El Conde Orloff

Asunción, Okara Japu, 2013. 

Ilustraciones de Wolfgang Krauch. 92 páginas.

(Click en la imagen para ir a versión ISSUU)

Cristino Bogado. Contra el fútbol y otros nihilpoemas. 

Asunción, Okara Japu, 2013. 54 páginas.

(Click en la imagen para ir a versión ISSUU)


La nueva editorial Okara Japu lanzó hace un par de meses los tres primeros libros de su catálogo recién inaugurado. Se trata de Prensil, de Laura Mandelik; El Conde Orloff, de Cristian Kent; y Contra el fútbol y otros nihilpoemas, de Cristino Bogado. Tres obras que son, en ese orden: todo menos un libro; la parodia de un poema, y un panfleto.

Prensil, de Laura Mandelik, laberinto o rompecabezas desplegable, juguete sin definición (hasta ahora, al menos, ya que es el primero de su especie), juego sin reglas y versión DIY –sin que nada señale si en este caso ese DIY sería un Do it yourself o, por el contrario, un Destroy it yourself– de lo que en un universo paralelo quizá sería un libro, ni es ni tiene prácticamente nada de lo que se da por sentado que un libro tiene o que un libro es. Sea lo que fuere este objeto prensil delicioso a la vista –hay un discreto regalo en cada sutileza del diseño– y grato al oído en la eufonía cómica de sus enredos verbales, lo cierto es que logra desordenar y confundir las nociones literarias habituales sin que, no obstante, uno frunza el ceño.

El Conde Orloff, de Cristian Kent, es la parodia de un poema épico, al modo de epopeyas bufas como la clásica Gatomaquia de Lope, o como el Hudibrás de Butler o bien como esa desopilante Catomiomaquia de Teodoro Pródromo. Una voz poética solemne y grotesca narra minuciosamente los deseos enajenados de un mundo al filo del colapso mediante un discurso sembrado de eufemismos, y los llamo así pese a estar paradójicamente más llenos de perversión y de ruido que si no fueran tales, y de neologismos igualmente paradójicos, en tanto que poseídos por el ansia, no de comunicar sentidos nuevos, sino de exterminar todo sentido y de dar al lenguaje una realidad física, de imbuirlo de esa gravedad críptica y de ese contundente absurdo que son propios de las cosas, pero ajenos a los símbolos, como si buscara desembarazarlo del pensamiento mismo para que pueda actuar como un montón de piedras o de otros proyectiles, por sí solo.

Contra el fútbol y otros nihilpoemas, de Cristino Bogado, no es un poema (o nihilpoema) en contra de algo: son doce. Por orden de aparición: «Contra el fútbol», «Contra la tv», «Contra los viajes», «Contra los meetings», «Contra los amigos», «Against the day», «Contra las lenguas nazi-orales», «Contra las feas y simpátikas», «Contra la revolú», «Contra la memoria», «Contra el decálogo» y «Contra los ajurakares y los chongos de póras». Doce libelos que funden lo trágico y lo cómico en un lenguaje fussion de todas las lenguas y dialectos al alcance del oído, aglutinados sin concierto, sobre un sustrato popular, limpiamente sonoro a veces, y otras veces extrañamente cómico. Monstruos idiomáticos para un mundo monstruoso, mundo que celebran y del cual también a veces blasfeman. La estructura del libro recuerda la de aquel otro, que se suele datar hacia el año 180 de nuestra era y del que recordamos capítulos tan virulentos como «Contra los marcionitas», «Contra Simón y Carpócrates», «Contra ebionitas y judaizantes», «Contra los docetas», «Contra los que niegan la resurrección», «Contra los valentinianos», y, por supuesto, el célebre y capital «Contra los gnósticos» (a los que el agresivo clásico quiere desenmascarar porque «proclaman su idiotez» movidos «por su vacía e incongruente presunción»): el Adversus haereses de san Ireneo.

De manera más evidente en Bogado y en Kent, pero también de otro modo en Mandelik, el uso heterodoxo o incluso incorrecto del lenguaje parece una forma brusca, al tiempo que tal vez secretamente desencantada y profunda, de rechazar las ilusiones y las convenciones que sostienen a toda sociedad organizada, como si un afán de poner a prueba ideas y palabras que se piensan mecánicamente moviera a estos tres escritores, los tres primeros autores del catálogo de Okara Japu. Y esto pese a que, al mismo tiempo, Bogado, Kent y Mandelik no podrían ser, por otra parte, más diferentes entre sí. Indicio este, tal vez, de una vocación ecléctica del nuevo sello editor.

Les hacemos tres preguntas para ver qué cara muestran.
Primera pregunta: ¿El arte es divertido?
Bogado es breve y firme, en consonancia con la situación y su papel «maldito» de escritor panfletario: «¡No! Solo su asalto, su ataque, su burla y su destrucción lo serían».
Mandelik también mantiene el personaje lúdico y levemente pueril que parece sonreír detrás de su libro-juguete y se escurre con suave suspicacia: «¿Por qué me lo preguntas? A veces sí y a veces no».
Kent se da el lujo de pensarlo un poco más para reclamar una literatura que sea en verdad una trampa, adictiva como un vicio: «Estuve leyendo Los Papeles del Club Pickwick y más de una vez me hice la misma pregunta», empieza. «Atrapado en el libro, fui negligente con los amigos, la familia y el tiempo. Tal es la magia de un libro divertido frente al espejismo de un libro fundamental, clásico, fatal, que se encumbra en la valoración de ‘la cultura’ pero fracasa en liarse y a-liarse con el lector», prosigue, para disparar por fin: «Por ejemplo, Yo el supremo, es fundamental, pero nadie puede leerlo entero porque es un bodrio».
Segunda pregunta: ¿Hay un monopolio de la imagen de la realidad, una sola imagen de la realidad que sea impuesta por un determinado uso del lenguaje?
«¡Sí!», lanza Bogado a quemarropa con su característico humor suicida, sabiendo, desde luego, que esta entrevista era para un diario, «¡se repiten hasta el hartazgo la realidad diaria y la de los diarios!»
Mandelik recupera la idea antes planteada de la diversión como valor artístico y, girl scout que explora penumbras vitales y verbales: «El monopolio es global», reflexiona, «y aquí sí, lo divertido es librarse de ello. Estamos siendo constantemente domesticados por la misma invasión de la imagen, y el lenguaje permite deconstruirla para deducir otros posibles mensajes».
Kent la tiene clara: «Sí, claro, hay», responde. «En ese otro mundo una niña cae ante mí de rodillas», cita luego de memoria, y añade: «Supongamos que en este verso, no me acuerdo de quién, la ‘niña’ sea el discurso de la realidad con sus monopolios y jerarquías y que ese ‘otro mundo’ sea el poema. En ese sentido, la posibilidad de la poesía como manera de comprender la realidad es importante. La publicidad, la religión, la política, la ciencia, la prensa, la medicina, etcétera, no serán los únicos discursos mientras podamos dominar el tiempo. La realidad nos somete, pero nosotros creamos mundos».
Tercera: ¿Hay que reírse del arte hasta matarlo? La última pregunta nos permite contemplar las réplicas de un Kent enigmático y funerario, una Mandelik aplicada y subversiva, y un Bogado francotirador.
Bogado: «Sí, nos mata de risa su destrucción irrisoria».
Mandelik: «No sé sí matar al arte, pero sí al sistema que lo contiene».
Kent: «El arte nació con ese pan bajo el brazo. Nació muerto. En los velorios uno ríe para no ser el muerto, aunque es inevitable».


Algo del contenido de estos tres títulos. 
No tengo bastante destreza quirúrgica para citar algo de Prensil sin cometer una ablación fatal. Talismán bello y gracioso, amuleto multiuso lleno de fértil disparate cual el modelo en papiroflexia de un desconcierto: puedo piropearlo en compensación, pero no citaré nada de él. Contra el fútbol no me es una lectura fácil y para mí tiene marcados altibajos, pero en realidad uno queda sobradamente compensado porque los puntos altos valen la pena, y yo diría otro tanto de El Conde Orloff. Adelantemos aquí algo de ambos.
Algo, por ejemplo, del noveno (aunque quizá el mejor de este libro sea el duodécimo y último) nihilpoema de Contra el fútbol, el titulado «Contra la revolú (Nunca de los nuncas la revolución)», escrito para desencantar a todos «de entrada y para siempre» («Vengo para decirles, no descendido de monte sagrado o análogo alguno, zarathustriano o mosaico o paródico mosaico, apenas erguido sobre esta línea de la verdad, escritura in progress, pensamiento en acción, línea post-heideggeriana o platónica, vengo a decirles, nada más, que nunca habrá revolución…»), nihilpoema en cuyo final, por más que pertenezca, según lo que su autor, Cristino Bogado, ha dicho de este libro, al airado y furioso género del panfleto, resuena pese a todo el fondo subliminal de una inconfesable nostalgia del clausurado futuro:
«…Jamás veremos el rostro de ese ser deforme oculto bajo la burla de los sueños de la razón, ni su voz guturalizada por la distancia y el desencanto ab origine, ni sus anhelantes ojos, ni su sexo, señora revolución sin concha para coger y boca para beber la cerveza de los dantones de la eternidad».


Y adelantemos igualmente algo de ese, cabría decir, «cuento relatado por un idiota, lleno de ruido y furia» que es El Conde Orloff (relatado en este caso por el cronista y bufón de la corte de Krakow o Cracovia), como, por ejemplo, el final del capítulo de las «Confesiones de una hija ejemplar»:
«…Tiene que haber un ángel y un silencio por donde pueda pasar con la risa y el miedo cobijados en sus alas.
«Aquí tengo este mundo hecho a mi medida, enséñame a destruirlo sin alterar la cara de lo que desconozco».
Prensil, de Laura Mandelik, muestra con zoom los placeres y posibilidades de la mente y de la imaginación. El Conde Orloff, de Cristian Kent, expone en tono formulario y burocrático una rutina del horror, una taxonomía de la disolución, y su acatamiento de las jerarquías revela el absurdo de estas mejor que la desobediencia, absurdo más absurdo todavía en el distorsionado, festivo ambiente del relato, ambiente que las impone pero que, por un deseo escondido, las desmantela. Contra el fútbol y otros nihilpoemas, de Cristino Bogado, es un osado libro intempestivo, para empezar, por su estirpe. Estirpe que, de Adversus Haereses, el citado Contra los herejes del obispo y santo Ireneo, a los libelos anarquistas de Pouget, ha sido universalmente detestada, no sin razón, como peligrosa: el panfleto, literatura de acción por excelencia. Tres libros raros, en suma, de tres bichos raros y, por supuesto, para bichos raros. Descripción que es, viniendo de quien esto escribe, un (raro) elogio. ¿Leerlos? Es de lo más singular que se está haciendo ahora en Paraguay; decir esto es responder que sí. La nueva editorial, Okara Japu, publica sus títulos con copyright libre: permite distribuir los textos mientras no se haga con fines comerciales, se respete la autoría y no se altere ni distorsione la obra.

Prensil, de Laura Mandelik, El Conde Orloff, de Cristian Kent (diagramado e ilustrado por Wolfgang Krauch) y Contra el fútbol y otros nihilpoemas, de Cristino Bogado, se pueden adquirir en la Galería-café-bar Planta Alta, Caballero 294 esquina Mariscal Estigarribia, Asunción.