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lunes, 29 de octubre de 2012

¿”ROMPIENDO PASAPORTES”? por Lorenzo Zuccolillo









Play it again Sam…”
En todo film de Hollywood que de tal se precie, los villanos siempre terminan derrotados; Incluso  más de una vez, según cabría constatar en la antológica Casablanca.  Allí,  antes de la escena final donde el malvado Strasser recibe lo suyo de manos de Rick Blane,  ya en un pasaje anterior,  los nazis fueron batidos en retirada cuando las implicancias de  Die Wacht am Rhein entonada por los oficiales  alemanes  en el bar de Rick,  fueron literal y  simbólicamente obliteradas  por las connotaciones  de la Marseillaise,  coreada entusiasta y paralelamente  por  los demás parroquianos presentes en el bar.
La digresión arriba expuesta, podría aparecer algo  evidente: ¿Qué conflicto  no se ha  dirimido/apuntalado en el terreno simbólico; sea antes de “ ir a los puños” (o a los tiros, como en el film), o  después, para justificar los moretones en el ojo de la alteridad?.
Pero podría también resultar no del todo ocioso el cuentito de arriba. Al menos desde el supuesto que  la virtualidad fílmica va haciéndose progresivamente  equiparable  a la realidad misma, ésta usualmente  postulada desde la manipulación ideológica; no infrecuentemente vía  espectatularización mediática de los escenarios  socio-políticos.







Como en el Judo


Estas obras de  Erika Meza y Javier López –limitadas nuestras hipótesis de lectura a unas pocas- indagan entre otras cosas en los mecanismos de  transmisión y fijación de ciertos discursos hegemónicos,  enunciados muchos  hacia la esfera púbica. Proponen asimismo  algunas repercusiones de esos discursos en culturas  del así dicho tercer mundo.
El contenido de las obras parecería facilitar el rótulo (el chiché)  de “arte político”; de no ser  por  la amplitud y vaguedad de esa etiqueta, que de tanto aludir  potencialmente a tanto,  termina por explicar, concretamente,  poco menos que nada de nada.
Ciertamente, lo político resulta  ubicuo (o casi) en tanto referente, pero no (o no tanto)  desde la “denuncia” de tal  o cual hecho en particular de asimetría y/ o manipulación.
Antes que la referencia al hecho en sí (que también la hay),  las propuestas de Meza y López operarían preferentemente -entendemos-  adentrándose  en los mecanismos internos de los discursos hegemónicos, yendo  “a la cocina” de sus estrategias discursivas, y  desde allí  (como en el judo)  apuntarían a desmontar paródicamente  estas contradicciones mediante el empleo revertido de los mismos  medios y “formatos”  a los que hace referencia crítica.
             
    Algunas (provisorias) constataciones



Así, distorsiones mediáticas-publicitarias son cuestionadas desde sus propios elementos constitutivos,  se trate de una  valla de vía pública, o de la impostación de la iconografía complaciente propia de  la persuasión mercadotécnica. 
Para no incurrir en generalizaciones sospechosas (y cómodas), yendo a casos puntuales, vincularíamos este procedimiento (no improbable retoma  actualizada de  ciertas prácticas Situacionistas de infiltración y  tergiversación) a  la serie de cinco afiches que componen el Memorándum de la Multiplicación de las Fuerzas (2007)

En otros momentos,  las operaciones sobre estos códigos-base  aparecen más  sesgadas: En  El Peso de la Memoria (I y II/ 2007),  los instrumentos informáticos utilizados (los sticks de memoria que “adornan” a la indígena de la gigantografía  y los discos de la instalación) remiten  al (paradójico) bloqueo de cualquier uso transformador de la penosa realidad registrada en la información que estos dispositivos almacenan.  Contrastaría  allí la inmediatez denotativa –(¿brutal y casi obs-cena/fuera de escena?- del sujeto representado, con la opacidad de otro referente al que también se alude:  la información contenida en esos dispositivos de memoria; fetichizados, dado que devienen fin en si mismos y no  instrumental de cambio.


          Otras obras proponen exploraciones identitarias desde la re-presentación de elementos de la cultura popular local; como entendemos sucede en Cultura Apatukada (2007); The Colonial reality is the only realility we have; y Haciendo Mercado. En las dos últimas, además,  se exponen  con humor acido asimetrías de orden lingüístico,  dado que los parlamentos en idioma guaraní - la lengua popular  históricamente excluida del discurso dominante/castellano, según dicen algunos antropólogos,  y relegada al ámbito de lo coloquial , informal y afectivo-, se emplea precisamente  para la enunciación de  discursos  formales, racionales e institucionales (en otras palabras: no poca irónica fricción produciría la transcripción al guaraní de un manual de marketing, como sucede en Haciendo Mercado)

El cuestionamiento a la manipulación del pasado -una constante en la historiografía local- tampoco se ha excluido del menú, según vemos se propone en  “Hierros” (2012)  y en El arte de la Guerra (2007).
Una digresión quizás no innecesaria sobre esta primera obra:  Por razones diversas, desde sus orígenes como Estado Nación, el Paraguay se ha involucrado en una trágica serie de conflictos armados con los países de la región (con Brasil, Argentina y Uruguay en el  XIX;  con Bolivia en el primer tercio del  XX). Sin embargo esta constante de violencia recibida y emitida, antes que promover reflexiones superadoras, generalmente se ha diluido en vanas exaltaciones patrióticas. Metonímicamente, la obra citada,  al co-fundir  el metal de instrumentos bélicos que pudieron haber sido empleados por uno u otro bando durante la guerra el Chaco (donde los dos países más pobres de la región sacrificaron  unas 100.000 vidas);  también apunta a  confundir  (a tornar equívocos) los dudosamente plausibles imaginarios oficiales construidos en torno  a aquel hecho histórico.

Trashumancia y otras yerbas del lugar de enunciación
            
Mencionamos para concluir  dos cuestiones  que podrían resultar concurrentes  a los efectos de  una aproximación preliminar  a estos  trabajos de Erika y Javier.
Fueron éstos realizadas en el transcurso de sucesivos desplazamientos y cambios de escenarios físicos y culturales (en Cuba y Paraguay). Así producidas, las obras,  no omiten la traza de su específico lugar de enunciación; Pero  también  - inversamente y  de interés no menor-  se complejizan y enriquecen en sus significaciones al ir incorporando y sintetizando (a modo de cruzamientos acumulativos) las particularidades de uno y otro contexto,  a lo largo de la temporalidad que contuvo a aquellas idas y venidas geo-culturales.
Por otra parte (y por alguna razón que ignoramos saltó esta liebre al final), con relación al “giro antropológico” señalado por Hal Foster como una de las características relevantes del arte contemporáneo, en estas  obras  de Erika Meza y Javier López (y también en la actitud de los artistas) encontramos un  saludable “pragmatismo”. 
Intentemos aclarar esto para finalizar: No deja de ser válida –según la propone el mencionado “giro”-  la puesta en cuestión de  los lugares tradicionales del arte y  su consiguiente desarrollo/expansión en/desde otros supuestos y  territorios; En principio.
Pero también podría ocurrir que en determinados contextos de producción simbólica precariamente institucionalizados, este puede devenir una simple pose,  epidérmica, cuando no oportunista (¿efecto sin causa?); y en el caso local,  en gran medida vemos la institucionalización/ autonomización del campo artístico como  una asignatura pendiente, antes que como una inercia coercitiva a ser superada.           
En este sentido, sin omitir la experimentación y la crítica (regresando al mencionado pragmatismo saludable)  estas obras no parecen angustiarse mucho por  navegar en aguas diversas:  A algunas  no les es  necesariamente extranjero el espacio museístico (entendido en el buen sentido); mientras que otras pueden discurrir sueltas y comunicantes,  en esos otros lugares intermedios e híbridos; Aquellos  que se extienden entre la cosificación  del museo (entendido en  el peor sentido) y el territorio (¿ya extranjero éste al “arte”?) de la concreta  acción política,  dura y pura.




(Sobre la muestra: “Tratado de libre comercio para la producción de sentido en el Mercosur” de Erika Meza y javier López / CCEJS/ Noviembre de 2012.)

Establecimiento ganadero Kurusú de Hierro, octubre de 2012.






lunes, 22 de octubre de 2012

Miedo a la crítica - por Cristino Bogado



Conocemos el miedo a volar; conocemos el miedo del portero al penalti, en versión cine y novela; conocemos que nadie teme a la Virginia Woolf; pero un miedo hasta ahora no masticado ni asimilado y digerido sin espasmos biliosos y pungás virósicos,  dentro de toda la tribu, es el gran miedo nacional a la crítica. Miedo a la crítica de nuestros intelectuales y artistas más preclaros o aun entre los que están empezando.



Miedo cerval, paranoico, pánico, patético, endémico, un verdadero miedo incubado entre los pliegues de nuestro ADN´i (recombinados y tuneados - suponemos - por la propaganda nacionalista intensa de dos siglos enfrascados con sus respectivas guerras defensivas, de sobrevivencia y mantenimiento de la integridad territorial), por una enfermedad autoinmune, que nos deja vivir y no nos mata pero nos tiene a mal traer todo el tiempo civil que llevamos ocupados en los quehaceres culturales.
Consuma lo nuestro, haga patria, es uno de esos nefandos slogans populares durante la década neoliberal de los 90, cuando todas las bandas de rock en escena eran de la calidad de nuestra carne exportada a Chile y de nuestra apetecible soja que llenaría la panza búdica de los pobres de la China superpoblada.
La melismática mantra nazionalista nos ha adormecido los sentidos críticos y ha hecho medrar los untuosos monstruos da pertenencia, territorialidad, espíritu da tribu, del tejy, la familia extensa, el tovayazgo*, (todos vicios y resabios útiles en contextos bélicos y coyunturas de emergencia), filtrándose hasta las esferas da política artística e intelectual…
Cien elogios y un resentido, actualización del viejo y apreciado refrán bufonesco, yagua no faltaivara carrera hápe (el perro no falta a la carrera de caballos); o su variante, Buey con corneta…, revelan el actual estado pánico de la crítica hoy más que nunca en boga, su síntoma se detecta incluso en ámbitos no diré poco pensantes pero si endebles –como el periodismo- a la hora de hozar en nuestras taras más profundas y revolver nuestros pliegues originarios y mirarlos con ojo clínico y distanciado, sin piedad, con la noble traición recomendada por los grandes solitarios e incomprendidos de la vida, esos profetas en su tierra inhóspita o poetas vueltos apátridas por el silencio acrítico de sus paisanos…
Miedo al significado vacío de la palabra crítica. Miedo a su imprecisión y amplitud casi infinitas... Un receptáculo que aglomera el expediente fácil del ME GUSTA/NO ME GUSTA,  y del lapidario par ES BUENO/ES MALO, en todo caso el crítico como enjuicidor, tasador, ensalzador o, peor, ¡verdugo!
Oscar Wilde teoriza un crítico como artista, alguien que hace la importante tarea de meter profundidad en una obra o creación artística e intelectual, no un evaluador sino un lector-creativo, que permite enriquecer su sentido.
Vislumbro un sentido más o menos propio y preciso del sentido de la crítica (y de crítico) como esa actividad (y su oficiante) que al dedicar tiempo de meditación a las creaciones de su comunidad va modelando un gusto general, una especie de general intelecto de Marx, que es el que al final corona, entrona y llega a investir dentro de una constelación las creaciones que expresan el cielo refulgente de su época, y que con su brillo de imágenes sagradas también suele eclipsar otras obras y actividades que no quepan dentro de su weltanschauung**.



* Tovaya, cuñado en guaraní. Tovayazgo se refiere al pacto social mediante el cual los españoles establecían relaciones político-familiares con los guaraníes.
** Cosmovisión, visión general del mundo.